Análisis: el blog de Sociedad y Educación

Un blog que reúne en sus posts la más reciente literatura científica en el campo de la educación y que expertos de Sociedad y Educación examinan, seleccionan y ponen a disposición de la comunidad educativa.

Publicado el 24 Abr 2020 / 2 comentarios

¿Qué sabemos sobre el efecto del tipo de jornada escolar en el rendimiento académico?

Autores: Laura Crespo. Departamento de Análisis Estructural y Estudios Microeconómicos, DG Economía y Estadística, Banco de España. Martín Fernandez. Paris School of Economics & Paris 1 Panthéon Sorbonne. Laura Hospido. Departamento de Análisis Estructural y Estudios Microeconómicos, DG Economía y Estadística, Banco de España & IZA. José Montalbán. París School of Economics.

Fuente: resumen del comentario de los autores, en Indicadores comentados sobre el estado del sistema educativo español 2019. Fundación Areces y Fundación Europea Sociedad y Educación.

 

En los últimos años, los investigadores en distintas ciencias sociales han mostrado un interés creciente en cómo optimizar el uso del tiempo escolar para mejorar los resultados académicos de los alumnos. La literatura económica se ha centrado fundamentalmente en dos ámbitos de actuación relativos a la distribución del tiempo en la escuela: la hora de inicio de la jornada, y el calendario escolar.

 

 

La evidencia empírica sobre el efecto de retrasar la hora de comienzo de la jornada escolar ha documentado un impacto positivo en el rendimiento académico de los estudiantes (Edwards, 2012). Por el contrario, no hay resultados concluyentes sobre el posible efecto de alterar el calendario (por ejemplo, cambiar el formato habitual de 5 a 4 días lectivos a la semana, o redistribuir las vacaciones de forma más uniforme a lo largo del año).  Más allá de los resultados académicos, estas investigaciones han resaltado otros aspectos sobre los que estos cambios pueden tener también un efecto como, por ejemplo, la movilidad de los profesores -debido a sus preferencias por centros con calendarios concretos- o las dificultades de conciliación laboral para las familias.

Como en muchos otros países de nuestro entorno, la jornada escolar en España ronda las cinco horas lectivas diarias.

Estos aspectos de hecho forman parte del debate sobre un tercer ámbito de actuación en la distribución del tiempo escolar que ha recibido abundante atención en España y que es el tipo de jornada (Ganuza, 2017). La jornada continua implica que la docencia se concentra durante la mañana (en general, en horario de 9 a 14 horas, con posibilidad de comedor posteriormente) frente a la jornada partida, que divide las horas de clase en mañana y tarde (habitualmente con horario de 9 a 16 horas con una pausa de dos horas en medio para comer). De este modo la jornada escolar en España ronda las cinco horas lectivas diarias, como en muchos otros países de nuestro entorno.

 

 

La decisión sobre la jornada es, por tanto, una decisión sobre la distribución de esas 5 horas lectivas diarias. La adopción de un horario u otro afecta fundamentalmente a los niveles de educación infantil y primaria (esto es, alumnos de entre 3 y 11 años), ya que, en secundaria y bachillerato, por lo general, prevalece la jornada continua.

 

Aunque no existen datos globales a nivel estatal, la importancia de la jornada continua ha aumentado en los últimos años. En la actualidad siete comunidades autónomas españolas (Andalucía, Castilla-La Mancha, Canarias, Extremadura, Islas Baleares, Murcia y Galicia), así como las ciudades autónomas de Ceuta y Melilla, han generalizado la implantación de la jornada continua para las etapas de educación infantil y primaria. En otras siete CC.AA. la incorporación de la jornada continua está siendo más progresiva (Aragón, Asturias, Cantabria, Comunidad Valenciana, Castilla-León, Madrid, o La Rioja), mientras que, en Cataluña, País Vasco y Navarra, continúan apostando por la jornada partida.

La adopción de un horario u otro afecta, fundamentalmente. a los niveles de educación infantil y primaria.

Pese a que responsables de la comunidad educativa consideran que fijar la jornada debería decidirse en base a estudios científicos que avalen qué tipo de horario beneficia en mayor medida a los alumnos, en la práctica, esta decisión depende de una votación a nivel de colegio (salvo para los centros de nueva creación donde la jornada inicial la fija la Administración). Para votar el cambio de jornada partida a continua es necesario que primero el Consejo Escolar apruebe el proyecto con el apoyo de 2/3 de sus miembros. A continuación, se realiza la votación en la que participa el censo de profesores y familias (donde padres y madres votan de manera individual).

Faltan evidencias científicas

 

Lo más llamativo de este debate es la escasez de evidencia científica sobre los efectos de un tipo u otro de jornada en variables tan relevantes como la concentración y los resultados de los alumnos y la organización de los centros. Entre los pedagogos es posible encontrar argumentos a favor de una y otra modalidad, pero las pruebas empíricas son prácticamente inexistentes (Gromada y Shewbridge (2016) realizan una revisión de la escasa evidencia internacional al respecto).

 

Los pedagogos que defienden la jornada partida sostienen que los alumnos, en la jornada continua, se agotan antes y su concentración disminuye al estar tantas horas seguidas estudiando. Apuntan al efecto positivo de hacer pausas, ya que les permiten descansar y recuperar la atención. Por su parte, los pedagogos que defienden la jornada continua sostienen que el horario de mañana es más provechoso para los alumnos. Argumentan que su rendimiento decae de forma notoria por las tardes, por lo que proponen que el horario de tarde se emplee para hacer actividades extraescolares que al alumno le gusten. 

 

Pope (2016) utiliza un panel de datos de cerca de 2 millones de estudiantes americanos de entre 11 y 16 años para analizar cómo el momento del día en el que reciben clases de determinadas asignaturas afecta a su rendimiento en pruebas estandarizadas de conocimientos y competencias. Encuentra que los estudiantes aprenden más en las sesiones matutinas, especialmente en asignaturas como matemáticas y lengua. Además, este efecto no cambia según el género de los estudiantes, el mes del año en el que han nacido, sus notas o el nivel educativo de sus padres.

 

Su trabajo utiliza datos de estudiantes de secundaria, por lo que no está claro que sus resultados sean extrapolables a primaria e infantil, ya que los estudios fisiológicos muestran que los niños pequeños tienen ritmos circadianos distintos que los adolescentes (Carskadon et al., 1993; Crowley et al., 2007). Por tanto, es fundamental que la investigación continúe entre alumnos de otras edades.

 

En España, los pocos estudios existentes muestran que los alumnos con jornada partida tienden a obtener mejores resultados académicos que los de la continua, aunque, como señala Fernández Enguita  “parece difícil afirmar que haya evidencia suficiente para la defensa de cualquier tipo de jornada”.

 

Analizando los datos de la LOMCE de la Comunidad de Madrid, se puede comprobar que tan pronto se tiene en cuenta el estatus socio-económico de los alumnos y ciertas características de los centros escolares (como la titularidad), la brecha de rendimiento entre los dos tipos de jornada desaparece. De hecho, hay un patrón muy claro de selección en tipo de jornada en función del nivel socio-económico del alumnado, que explicaría en gran medida las diferencias incondicionales en resultados. Así, la tabla A muestra cómo a medida que aumenta el nivel socio-económico de los alumnos de un centro, disminuye la proporción de centros con jornada continua:

 

 

La celebración de votaciones en los colegios y las reglas establecidas para cambiar el tipo de jornada crean, en el caso español, un diseño excepcional para medir de forma creíble el efecto causal del tipo de jornada en el rendimiento académico. Este tipo de evaluación permitiría poner en valor las pruebas de rendimiento que las autoridades educativas de algunas CC.AA. realizan en los centros (en Madrid, por ejemplo, se llevan a cabo pruebas desde hace varios años con una creciente oposición por parte de la comunidad educativa), además de relajar el clima de crispación que este polémico debate genera entre padres y profesores.

 

Además, no deberíamos olvidar la importancia de las encuestas para medir el potencial efecto en otras variables de interés, como la satisfacción y fatiga tanto de profesores como de alumnos (Gortazar, 2016). Para ello, sin embargo, es necesaria una mayor colaboración entre investigadores y las autoridades educativas que disponen de las actas con los resultados de las votaciones. Sólo con el trabajo conjunto entre Administración, comunidad educativa e investigadores, se podrá determinar el uso del tiempo escolar que más beneficie al aprendizaje de los estudiantes.

Después de todo, esta decisión debería tomarse pensando sobre todo en ellos.

 

2 comentarios

  • Ricardo dice:

    Muy interesante y necesario. Les animo a escribir sobre si es necesario ir a jornada continua para reducir el riesgo de contagio de COVID-19.

  • Alfonso dice:

    Con todo respeto, un artículo paupérrimo que no aporta nada positivo al tema, sino confusión.

    El estudio que citan (Gromada y Shewbridge (2016)) dice, en su página 13: «Cycles of alertness at different ages
    Testu (2008) and Dubocovich et al. (2005) believe that research from different countries has identified some universal patterns. Baade (1907) observed two cycles of alertness among primary school children with their attention increasing until around a.m., falling until 2 p.m. and recommencing. Later research (Rutenfranz and Hellbrügge, 1957; Fischer and Ulich, 1961) found that school age participants performed best on mathematics calculations between 10 a.m. and midday and between 3 p.m. and 4 p.m., while they performed worst during the first hour of the school day and around 2 p.m. More recent research also identified similar daily cycles of students’ alertness in the United Kingdom, Germany, Spain, Israel and the United States (Andrade and Menna-Barreto, 1996; Klein, 2004). Testu (1994a, 1994b, 2008) finds that children aged 10 to 11 have an initial low level of alertness around 8 a.m. to 9 a.m. and that this rises to a peek of alertness around the end of morning classes (11 a.m. to 12 p.m.) (Figure 2.3). There is a second low in level of alertness immediately after lunch break, but alertness increases to an afternoon peak around 4 p.m.»

    Con estos datos, extraídos de la literatura que citan los autores, podemos concluir que la jornada continua incluye más horas dentro del rango bajo de atención de los alumnos.

    Respecto a los resultados de la CAM, sería interesante ver los datos y la «cocina». ¿Colegios de jornada partida de NSE alto? ¿Existen? Llama la atención cuando se comparan los resultados de toda la CAM con centros privados evidentemente de NSE alto: 7,79 en matemáticas.

    No entiendo el objeto de este artículo.