«Y ustedes, ¿cómo contribuyen a la Agenda 2030?»


 
 

16 junio 2020

Hace unas semanas, recibimos un cuestionario en el que se nos preguntaba, como miembros del Tercer Sector, sobre nuestra contribución a la Agenda 2030 y, en particular, sobre el modo en que nuestras actividades contribuyen al desarrollo y compromiso con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS).

Mercedes Esteban, directora del Instituto de Estudios Educativos y Sociales, departamento de investigación de Sociedad y Educación, explica, en esta breve entrevista, el camino emprendido con EcoCultura para que los proyectos estén enmarcados bajo una doble perspectiva: la que aporta una cultura basada en el respeto a la dignidad humana y la que se aproxima a la ecología desde una visión integral del hombre y de sus relaciones con la naturaleza.

¿Desde cuándo comienzan a trabajar en cuestiones medioambientales?

El interés por el papel de la educación en la «sensibilización» medioambiental ha estado siempre latente en nuestra fundación, esperando un buen momento para hacerlo explícito.

Hace ya más de 6 años, cuando existía una opinión bastante generalizada acerca de que cualquier reforma educativa pasaba por una reforma curricular, se nos presentó la oportunidad, gracias a la confianza depositada en nosotros por la Fundación Endesa, de trabajar en dos direcciones.

La primera, pasaba por conocer mejor el contexto en el que desarrollar cualquier posible intervención educativa, fuera o no curricular. Por ello, elaboramos, bajo la dirección científica de Víctor Pérez Díaz y de Juan Carlos Rodríguez, el primer informe sobre la conciencia ecológica actual de la población española y de los jóvenes, en particular. Dimos dos pasos sustanciales: el primero consistió en explorar el concepto de «cultura ecológica» de más amplio alcance, en nuestra opinión, que el de sensibilización o conciencia medioambiental. El segundo consistió en explorar si la educación había sido un actor importante en la construcción de nuestra propia cultura ecológica.

Este trabajo, publicado en 2016, se actualizará ahora en 2021, con la aplicación de dos nuevas encuestas, para medir la evolución de nuestros conocimientos, juicios, hábitos y costumbres en materia de ecología, medio ambiente y sostenibilidad.

¿Y la segunda de las direcciones que mencionaba? ¿En qué consistió?

Uno de los resultados de ese informe mostraba la debilidad de la huella de las experiencias escolares en nuestras actitudes hacia el cuidado del medio ambiente. Este dato, lejos de desalentarnos, fue un auténtico revulsivo. En particular, estaba firmemente convencida de la existencia de proyectos «vivos» en los centros, de iniciativas de cuidado de la naturaleza y de preservación del entorno próximo. Solo era necesario ponerlos en valor, sacarlos a la luz, mostrarlos a la opinión pública. Así surgieron los Premios Fundación Endesa a la Ecoinnovación Educativa que, este año, se han consolidado con la cuarta edición y que el año próximo cumplirán 5 años de edad.

Hoy podemos decir, con admiración y orgullo, al cierre de la IV edición que, pese a la pandemia y el confinamiento, los Premios aportan valor pedagógico a los profesores y a los centros, mejoran el aprendizaje por proyectos, fomentan la actitud emprendedora de los alumnos y los convierten en «activistas» de la cultura del cuidado.

Y con respecto a la pregunta que da título a esta entrevista, ¿cómo van a contribuir a la Agenda 2030?

Lo haremos de las dos únicas manera que sabemos: la primera, investigando, la segunda, actuando. Hay dos peculiaridades que subyacen en la expresión «cultura ecológica», término que nació con el primer Ecobarómetro. La primera es que hablamos de una cultura «vivida», fruto de las relaciones que establecemos con los demás seres vivos, y no de una simple manifestación de «empatía» con la naturaleza y con su preservación. Aquella es el resultado de actitudes y comportamientos que reflejan nuestras creencias y valores.

La segunda contribución desde la investigación será intentando entender mejor el significado de una concepción integral de la ecología, que interpela a todas las facetas de la persona. Esto es lo que hemos llamado la Agenda EFSE para una ecología integral. Estamos abriendo un camino de reflexión y de análisis en el que, con nuestros asesores, aspiramos a fundamentar y apoyar nuestras actuaciones futuras.

¿El LABEL-ODS responde a esa segunda vía, la de las actuaciones vinculadas a la Agenda 2030?

En efecto. La idea de etiquetar nuestros proyectos para alinearlos a las metas de los ODS fue una iniciativa que todo el equipo de Sociedad y Educación asumió como una empresa colectiva. Pensamos que, de algún modo, venía a dar salida a las distintas sensibilidades y actitudes de cada uno de nosotros hacia la naturaleza y la cultura del cuidado. Sin embargo, la intuición no era suficiente para dar validez a la presencia de los ODS en nuestras actividades. Había que dar más pasos y disponer de una lógica interna. Le pedí entonces a Lola Velarde que nos ayudara en la elaboración de la metodología para alcanzar el etiquetado. Lola construyó un primer modelo de LABEL-ODS que fuimos testando en varios proyectos hasta estar convencidos de que podíamos demostrar la relación entre nuestros objetivos y las metas de los ODS.

Las actividades actuales y las que desarrollemos en un futuro no son más que propuestas para seguir indagando en el modo en que la educación, la familia, los medios de comunicación e instituciones de sociedad civil, como la nuestra, contribuyen a configurar nuestra cultura ecológica y acrecientan nuestra sensación de pertenencia, de cuidado y de arraigo a los espacios que nos contienen y nos reúnen.