Publicado el 16 Nov 2018 / 1 comentario
Autor: Evan Chuu, Pomona College, California.
La importancia del desarrollo infantil, particularmente entre los 0 y 5 años, es decisiva, porque en esta etapa de la primera infancia se produce no solo el desarrollo físico, sino también el intelectual, afectivo y moral. Según investigaciones recientes, el bienestar de los niños en sus primeros años de vida tiene fuertes vínculos con los resultados a largo plazo, como el logro educativo, los ingresos anuales y la salud mental. Si los niños reciben un cuidado adecuado en sus primeros años de educación, los beneficios futuros serán considerables.
Los economistas Daniel Santín y Gabriela Sicilia, en su trabajo El impacto de la educación infantil en los resultados de primaria: evidencia para España a partir de un experimento natural, afirman lo siguiente:
«Los resultados muestran que los años recibidos de educación infantil afectan significativamente y de forma positiva al rendimiento académico de los alumnos en cuarto curso de educación primaria».
En esa línea, los autores destacan cómo la educación infantil tiene un carácter formativo y no meramente asistencial, y sus beneficios se manifiestan principalmente de tres maneras. En primer lugar, la educación infantil puede ser un lanzamiento positivo de las experiencias educativas de los niños, promoviendo desde una temprana edad una pasión compartida para aprender, que dura toda la vida. Desde un punto de vista cuantitativo, también tenemos ahora mismo una amplia base de evidencia de que la educación infantil puede contribuir al nivel más alto de la productividad de los individuos y a su éxito en la etapa adulta. Asimismo, las capacidades cognitivas de los niños se potencian cuando han recibido educación infantil de alta calidad, influyendo muy positivamente en su rendimiento escolar. Un tercer resultado de la educación infantil se encuentra también, a medio plazo, en las externalidades positivas en la sociedad, como la reducción de riesgos sociales asociados a la criminalidad o al embarazo de adolescentes.
Al mismo tiempo, en los Estados Unidos, diversas investigaciones socioeconómicas, como el informe de la consultora estratégica global McKinsey & Company, ponen de manifiesto que la “calidad, acceso y coordinación de programas e iniciativas de bienestar en la primera infancia” es imprescindible para asegurarse de que los niños puedan realizar su potencial y formarse como personas que contribuyen al desarrollo de la sociedad.
Sin embargo, los programas de asistencia social llevados a cabo “varían considerablemente de un estado a otro”. Las poblaciones minoritarias y desfavorecidas en particular, que a menudo viven en comunidades menos afortunadas, carecen de acceso a servicios asequibles de alta calidad, incluso la educación infantil. Cuando estos niños que vienen de familias de bajos ingresos crecen bajo negativas circunstancias, están expuestos a un mayor riesgo de retrasos en su desarrollo, trastornos de conducta y otras discapacidades que pueden entorpecer su logro académico y tener efectos duraderos en el resto de sus vidas.
Para abordar los problemas de dificultad de acceso a la educación infantil, el estudio de McKinsey ofrece unas posibles soluciones. Por un lado, un aumento en la inversión estatal en la educación infantil influye en la mejora del rendimiento educativo y, más a largo plazo, en el empleo futuro y en el nivel de ingresos. Hay amplia evidencia que señala la capacidad de la enseñanza preescolar de reducir la brecha en el logro académico y dar a los niños más vulnerables una mejor oportunidad de éxito en el futuro.
La inversión a nivel estatal tiene dos objetivos principales: construir mejores infraestructuras en la educación infantil y enfocarse más sobre todo en la capacitación, altos estándares e incentivos. La primera manera de aumentar el acceso a la educación infantil es garantizar la idoneidad de las instalaciones y servicios. Por otro lado, se debe mejorar la calidad del personal en las escuelas. Señala, también que deberían implantarse estándares más altos en la formación de los maestros y del personal de apoyo, con regulaciones más estrictas en la evaluación de los centros educativos. Tras la realización de evaluaciones empíricas, los gobiernos podrán adoptar medidas específicas con las que pueden incentivar la mejora continua en el ámbito de la educación infantil, haciéndola accesible a familias de entornos desfavorecidos con programas de becas y subvenciones.
A nivel mundial, la educación infantil es un tema prioritario. Así lo recordó Emma García, economista de la educación, en una conferencia organizada por las fundaciones Ramón Areces y Sociedad y Educación:
“Es imprescindible fomentar políticas que aseguren que los niños están preparados para aprender, que mitiguen las brechas que se han desarrollado antes de la escuela y que son persistentes, y que se adopten decisiones coordinadas con los responsables de políticas, no solo educativas, sino económicas y sociales”.
Porque todavía persisten desigualdades e inequidades entre unos grupos de niños frente a otros, es esencial que las instituciones gubernamentales puedan establecer una base sólida en la educación infantil para que sea equitativa, efectiva y capaz de desarrollar todas las potencialidades de los futuros ciudadanos.
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ABSOLUTAMENTE CIERTO Y MUY IMPORTANTE: «La educación infantil debería ser prioritaria».
Por ello, urge que intelectuales, políticos, profesores, comunicadores, y ciudadanos en general nos tomemos muy en serio la necesidad de hacer, en el ámbito político, económico, social, profundas reformas conceptuales y prácticas que garanticen que los niños pequeños puedan desarrollarse conforme a las exigencias de la naturaleza humana, no privándoles, por exigencias economicistas de corto alcance, del derecho al cuidado, y educación, familiar, que, de hecho, no pueden ser sustituidos por el simple ejercicio de actos profesionales realizados por personas ajenas a la familia, por mucha eficiencia que desempeñen en su trabajo.