Publicado el 28 Oct 2022 / 1 comentario
Autor: Jesús M. Carro. Universidad Carlos III de Madrid.
Fuente: la versión original de esta entrada se incluye en Indicadores comentados sobre el estado del sistema educativo español 2022, con el mismo título. Fundación Areces y Fundación Europea Sociedad y Educación.
Para este análisis, empleo los resultados de PISA 2015 en matemáticas, pero las conclusiones de mi análisis serían las mismas si miráramos los datos de otros años o de alguna de las otras dos áreas evaluadas por PISA (lectura y ciencias). 2015 es el año en el que España sacó la mejor nota media en matemáticas, aunque la diferencia con otros años no es estadísticamente significativa. No se observa en los resultados de España en las dos décadas que lleva elaborándose el informe PISA ninguna tendencia positiva sostenida en el tiempo. Usar en mi análisis solo estos datos me permitirá ganar en brevedad y claridad. Voy, además, a usar un número reducido de cifras. En la tabla que acompaña a este texto, se pueden ver juntas la mayoría de las cifras en las que se va a basar mi trabajo.
Cuando se habla de cómo lo hace España en PISA, se suele empezar por mirar la nota media y la posición en un ranking en el que los países se ordenan de mayor a menor según esa nota media. De ahí se suele concluir que no lo hacemos bien, o, al menos, no tan bien como nos gustaría.
La intención de este trabajo es aportar datos que muestren el aspecto en el que peor lo hace España, y sobre el que deberían centrarse los esfuerzos en mejorar, puesto que la deficiencia en él es mucho mayor que lo que la posición por nota media implica.
Por empezar también por la nota media en matemáticas (columna I de la tabla), para España es de 486 puntos. Esto sitúa a España en la posición 27 de los países que participaron en PISA 2015, con la mayoría de los países desarrollados con mejor puntuación media que nosotros. Sin embargo, esa puntuación de 486 no es estadísticamente distinta de la puntuación media de los países de la OCDE (490) y está cerca de ser estadísticamente equivalente a la media de la UE (493). La gran deficiencia de España con respecto a otros países de la OCDE y de la UE no está en la media, sino en los resultados de los mejores alumnos.
Si la media no es más baja todavía, es gracias al “relativo” éxito en calidad educativa en la parte más baja de la distribución de resultados.
Para comprobarlo, voy a comparar los resultados de España no solo con el conjunto de la UE, sino también con Italia, que siempre suele quedar en puntuación media cercana a la nuestra.
Italia tiene 490 puntos de media, lo que, aunque superior, no es estadísticamente distinta de la puntuación de España. Su posición es la 25, muy cerca de la 27 en la que está España. Si en lugar de mirar al resultado medio de cada país, cogemos solo al 10% de los alumnos con peores puntuaciones de cada país y nos fijamos en la mejor puntuación que obtiene este 10%, es decir, nos fijamos en el percentil 10% (columna II de la tabla), Italia seguiría en la posición 25; pero España subiría a la posición 20, con una puntuación que ahora sería un poco superior a la media de la UE.
Además, nuestro percentil 10% está por encima del de países como Austria, que en puntuación media está por encima de España de forma estadísticamente significativa. Mucho más relevante y llamativo que esto es lo que sucede si comparásemos al 10% mejor de cada país, esto es, el percentil 90% (columna III de la tabla). Italia subiría ligeramente de la posición 25 a la 22, con una puntación para este percentil algo superior a la de la OCDE y cercana a la de la UE. Sin embargo, España bajaría de la posición 27 a la 32, alejándonos del conjunto de la OCDE y de la UE, hasta el punto de ser ambas puntuaciones, la de la OCDE y la UE, estadísticamente superiores a la de España para este percentil 90%.
Para entender bien hasta qué punto el bajo nivel de los mejores alumnos es una deficiencia generalizada en el sistema educativo español y no el resultado de desigualdades regionales, miremos los resultados de la comunidad autónoma que de forma más frecuente viene obteniendo los mejores resultados de España [1]. Situando a Castilla y León en el ranking de países hecho por puntuación media, estaría en la posición 12, muy por encima de la posición de España, y con una puntación, 506, claramente superior a la media de la UE y de la OCDE. Para la comparación con Castilla y León, he elegido tres países:
Haciendo el mismo ejercicio de mirar los percentiles 10% y 90% que hemos hecho para el conjunto de España, el 10% con puntuaciones más bajas pone a Castilla y León en la posición 6 del ranking, dejando muy lejos a Austria y a Bélgica, que se situarían en la posición 24 y 19 respectivamente. También superaría a Países Bajos, que se quedaría en la posición 13.
Lo contrario sucede con el percentil 90%. Castilla y León cae hasta la posición 24, muy por debajo de Países Bajos (7) y Bélgica (5), que en este percentil tienen puntuaciones que son estadísticamente superiores a la de Castilla y León. Austria, que tanto en media como en el percentil 10% queda por debajo de Castilla y León, en el percentil 90% se sitúa por encima, en la posición 11. Luego, incluso en la comunidad autónoma que mejores resultados obtiene hay una gran deficiencia en el nivel que consiguen alcanzar los mejores alumnos [2].
Este problema de menor nivel en la parte alta de la distribución se observa también si analizamos la proporción de alumnos que consigue alcanzar los distintos niveles de rendimiento que establece PISA.
Este informe ordena los países en función del porcentaje de alumnos que alcanzan, al menos, el nivel 2, tomando este nivel 2 como una especie de mínimo deseable. Como se indica en la columna IV de la tabla, en este ranking España está en la posición 24, con el mismo porcentaje de alumnos alcanzando, al menos, el nivel 2 que el conjunto de la Unión Europea. Castilla y León ocupa la posición 7, con el 85% de los alumnos que alcanzan el nivel 2, al menos. Esto es un porcentaje superior al de Países Bajos, Bélgica y Austria. Sin embargo, si nos fijamos en el porcentaje de alumnos que alcanzan los dos niveles de excelencia, los niveles 5 y 6 (en la columna V de la tabla), la clasificación de España y sus regiones cambia por completo.
El porcentaje de alumnos del conjunto de la Unión Europea y de la OCDE que alcanzan al menos el nivel 5 es del 11%. En España, solo lo alcanzan el 7%.
En Castilla y León alcanzan esos niveles el 10%, cayendo hasta la posición 26 en este ranking; muy alejada del 16% de los alumnos que alcanzan estos niveles en Países Bajos y Bélgica, que ocupan la posición 5 y 6 respectivamente.
Por lo tanto, España lo hace mucho peor a la hora de aumentar el rendimiento, conocimientos y destrezas en los niveles más altos que en los más bajos. No es capaz de promover y llevar a sus alumnos al máximo potencial que podrían. Y hay, además, un agravante en el caso de los alumnos con mejores rendimientos. El sistema educativo español, a veces muy criticado por ello, ha sido capaz de detectar a aquellos alumnos que no llegan a un nivel mínimo aceptable. Esto es el primer paso para poder mejorar el nivel de esos alumnos, como en buena parte está haciendo a la vista de los resultados de los percentiles más bajos en nuestro país. Pero los mejores alumnos tienen una percepción errónea de que son de sobresaliente, cuando, en realidad, no lo son. Este (auto-)engaño evita poner los medios para mejorar, tanto a nivel individual como colectivo.
Proponer soluciones requiere estudios mucho más elaborados y extensos que este breve comentario. No obstante, con los datos disponibles sí podemos saber que algunas de las propuestas que llenan nuestro debate educativo no van a solucionar esta deficiencia en el nivel de los mejores alumnos.
Por ejemplo, la educación privada (con o sin financiación pública) no es la solución. Si el ranking de PISA se hiciera basándose en el porcentaje de alumnos de la prueba que está en colegios privados, en el 2015 España ocuparía la posición 9. Dentro de la UE ocuparía la posición 4. Tenemos un porcentaje de alumnos (36%) en colegios privados muy superior al del conjunto de la UE (16%). Y esto no ha evitado que en percentil 90% y en porcentaje de alumnos en los niveles 5-6 estemos en la posición 32.
¿Y la nueva ley educativa? De momento lo único que ha llegado a los centros educativos de la ley es una ingente cantidad de trabajo administrativo adicional, desviando el esfuerzo de maestros y profesores de la preparación de las clases a la burocracia, y una gran confusión en ellos, en los equipos directivos, en los alumnos y en las familias.
Una parte de esta burocratización adicional, y también de la confusión generada, afecta al sistema de evaluación y promoción de una forma que alguien mal pensado podría decir que lo que se persigue es dificultar la tarea de identificar de manera clara a los alumnos que no llegan a los niveles mínimos de aprendizaje en cada curso. Recordemos que esto es condición necesaria para poder ayudarles a mejorar. Si esto es así, se conseguirán embellecer las estadísticas internas de nuestro sistema educativo (tasa de graduación, de promoción, reducción del número de repetidores, etc.), pero sin que eso mejore (puede que incluso empeore en la parte baja donde hasta ahora lo hacemos relativamente mejor) lo que de verdad importa: lo que aprenden los alumnos. Así ha pasado con el porcentaje de alumnos que se gradúan de la ESO y con las notas de la EVAU (antes PAU), que llevan tiempo aumentando de manera sistemática, sin que eso se haya traducido en la más mínima mejora en las pruebas PISA.
NOTAS
24 abril, 2024
Equidad y rendimiento en PISA 2022
2024 © Fundación Europea Sociedad y Educación.
Es indudable que España y sus CCAA tienen en PISA una desigualdad de resultados menor que nuestros vecinos. Pero la interpretación depende de con qué país nos comparemos: si tomamos como referencia Vietnam, por ejemplo, en PISA matemáticas 2018, tiene media de 490 y decil 10 de 400) el problema está en que no hacemos bastante por los alumnos malos. Hay, sobre todo, un problema más general con la presunción de que las puntuaciones dependen de las escuelas; las diferencias entre alumnos sugieren más bien que dependen de las capacidades cognitivas (vulgo, inteligencia).